Como las personas, las marcas tienen una personalidad propia. Una imagen, unos valores y una forma de actuar que es percibida por los demás y que permanece en su psique. La construcción y cuidado de esta identidad definirá la relación de la empresa con su entorno y de ella dependerá, en parte, su equilibrio económico.

En un mundo competitivo con infinidad de empresas intentando llamar la atención, la diferenciación es clave para resaltar sobre el resto y posicionarse en la mente del consumidor como marca de referencia. Para asegurarse el triunfo, la estrategia de branding es prioritaria, pues representa la esencia, la personalidad, de la marca y de la empresa.

El branding es la gestión de todos aquellos elementos que definen la empresa, ya sean tangibles e intangibles, y que garantizan al consumidor una experiencia de marca única, relevante, emocional y que cumpla con las expectativas generadas. El branding es mucho más que un logotipo, una web, un producto, una gama cromática o una tipografía específica, es la construcción estratégica y creativa de todos los elementos que definen una marca, son los cimientos de la empresa. Se trata de proyectar los valores de la empresa y su identidad corporativa mediante una imagen de marca potente.

Para definir esta identidad, debemos responder a varias preguntas: ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos percibe nuestro público? ¿Cómo nos gustaría que nos viera? y ¿Qué queremos conseguir? La respuesta a estas cuestiones nos ayudará a concretar la estrategia de branding a seguir.

Estrategia de branding potente

Existen muchos elementos a tener en cuenta para determinar una estrategia de branding robusta y eficiente. El principal es definir aquellos aspectos y valores que hacen a nuestra marca única, irrepetible y diferente al resto y reforzarlos, ponerlos en valor. Para ello, es prioritario estudiar a la competencia y autoanalizar nuestra marca para buscar aquello que nos hace singulares. Una vez definidos estos valores, se tratará de reivindicarlos siempre con su mejor cara.

El público será el que defina y valide a nuestra empresa, por lo que el conocimiento de nuestro target y de sus necesidades, así como la comunicación fluida, constante, honesta y transparente con este, será fundamental para construir nuestra identidad como marca de referencia. Teniendo en cuenta, además, que en los últimos años el consumidor se ha vuelto más exigente con las empresas a las que reclama claridad, honestidad y una filosofía que sienta como propia. No olvidemos tampoco que es la sociedad la que nos valida como empresa, la que nos recomienda, la que nos compra y la que actúa como altavoz de nuestros productos y servicios.

La imagen es básica para una empresa que quiera sobresalir. Y es que todo comunica: desde el logotipo a las redes sociales pasando por su web o los catálogos corporativos, el packaging, las notas de prensa o, incluso, la forma en la que vestimos. Cuidar y preservar esta imagen compartida será clave dentro de nuestra estrategia de branding.

Ya hemos definido nuestros valores, hemos analizado a nuestro público y nuestros objetivos y tenemos una imagen potente. Solo falta transmitir nuestra marca de forma coherente, experiencial, emocional y con sentido. Y para lograrlo debemos fijar una estrategia conjunta que incluya acciones en todas las herramientas de comunicación disponibles y adecuadas para nuestra empresa: redes sociales, web, campañas de PR, influencers, alianzas con otras marcas… En este punto es imprescindible una comunicación que incluya a todo el público de interés de la compañía, ya sea partner, consumidor final, empleado o inversor. Además, hay que cuidar el mensaje, pues una buena marca se sostiene en un storytelling estratégico.

En definitiva, para convertirnos en una lovemark debemos tener claro quiénes somos, disponer de una personalidad definida, buscar los valores que nos diferencian de la competencia, entender las necesidades de nuestro público de interés y comunicar en consecuencia.