Las empresas tienen una responsabilidad con la sociedad, con el entorno que las acoge, en el que deben impactar positivamente. La misión como empresa no pasa solo por comercializar productos de calidad y que cumplan las necesidades y expectativas del consumidor, también por buscar la máxima sostenibilidad económica y, sobre todo ambiental, en nuestra cadena productiva; por seleccionar materiales de bajo impacto; por impulsar un sistema de distribución sostenible; por diseñar productos y envases ecosostenibles; por la gestión optimizada de los stocks y de los flujos de materiales, energía y servicios… En definitiva, el objetivo es generar valor en los tres ámbitos de la sostenibilidad: ambiental, social y económico. La meta es extenderse más allá de los beneficios de la empresa y clientes para apostar por las personas y el planeta.

La Responsabilidad Social Corporativa es una forma de dirigir las empresas basada en la gestión de los impactos que la actividad de la compañía genera sobre los clientes, empleados, accionistas, comunidades locales, medioambiente y la sociedad en general. No es filantropía ni buenismo, sino una estrategia de negocio, es otra forma de hacer rentable su actividad.

La rentabilidad de las empresas dependerá de los planes de sostenibilidad que se pongan en marcha para atender las exigencias de un consumidor que demanda con insistencia a las marcas una filosofía y unos valores compartidos y una estrategia empresarial consciente. De hecho, según un informe de The Cocktail Analysis, el 60% de los consumidores ha dejado de consumir productos por su impacto ambiental y el 30% ha dejado de consumir marcas por no estar de acuerdo con sus políticas de sostenibilidad. No es una tendencia puntual, la RSC ha ido ganando peso en el proceso de decisión de compra y se convertirá en estructural a corto plazo.

Retorno para la empresa

La sostenibilidad es rentable. Será rentable siempre y cuando sea un compromiso real de la empresa y no un simple greenwashing, siempre que sea una estrategia transversal a todos los stackeholders de la empresa, siempre que se considere como un plan a largo plazo y no como acciones esporádicas. Y será rentable cuando se comunique correctamente. De este modo, la correcta conversión a empresa consciente o socialmente responsable conllevará una serie de ventajas para la marca:

  • Mejora el clima laboral
    Los empleados se sienten más comprometidos y motivados si trabajan en una empresa que tenga unos valores que puedan sentir como propios. Y la motivación en el trabajo consigue un aumento del 37% de las ventas, del 31% de la productividad y del 19% en la eficacia a la hora de desarrollar las tareas, según The Happiness Advantage.
  • Atrae talento
    Las acciones de RSC locales mejoran un 53% la percepción del employer branding. Es decir, la RSC es determinante para atraer el talento millennial en las empresas, sostiene un estudio desarrollado por IE University, IE Foundation y Coca-Cola.
  • Atrae inversores
    La Global Sustainable Investment Alliance defiende que los inversores consideran la Inversión Sostenible Responsable (ISR) como un factor esencial para invertir en una empresa, pues una compañía consciente es más segura, sólida, robusta a largo plazo y se enfrenta a menos crisis reputacionales que el resto.
  • Aumenta las ventas
    Las compañías responsables obtuvieron en 2016 un incremento en las ventas de un 4% frente al 1% experimentado por el resto. Dos de cada tres consumidores afirman que pagarían más por el producto de una organización consciente (Nielsen).
  • Mejora la reputación corporativa (engagement)
    Las compañías con conciencia dedican a campañas de marketing entre un 10 y un 25% menos de la media invertida por el resto de las empresas del sector (Capitalismo consciente).
  • Fideliza clientes
    Ocho de cada 10 españoles aseguran que están interesados en saber qué hacen las empresas para ser responsables con la sociedad (Eurobarómetro).
  • Generan nuevas oportunidades de negocio
    Una buena estrategia de RSC mantenida en el tiempo genera nuevas oportunidades de negocio en nuevos sectores y segmentos de mercado, como clientes con conciencia ética o entidades públicas.
  • Reduce gastos de producción
    La gestión empresarial medioambientalmente responsable reduce los gastos de la empresa a medio y largo plazo, pues supone una optimización de los costes en producción, material, consumo energético, transporte, logística…

A fin de cuentas, las empresas buscamos la mayor rentabilidad económica en nuestra cuenta de resultados, aunque ahora para que la ecuación tenga sentido deberemos incorporar el factor social y ambiental si queremos obtener un rendimiento positivo.