Dibujar es una actividad tan antigua como el propio ser humano. No en vano, entre los primeros vestigios de nuestra presencia en el planeta encontramos imágenes en cuevas que representan escenas de la actividad  de nuestros antepasados. Sentimos una necesidad natural de plasmar lo que ocurre a nuestro alrededor a través de dibujos, como se puede comprobar al darle un lápiz y una libreta a un bebé. Si no lo lanza al suelo, empezará a garabatear. Lo hará en todas partes menos en el papel, pero el caso es que pintará.

Con el dibujo echamos a volar la imaginación. Al final, no se trata de demostrar si somos más o menos hábiles, de si hemos acertado con la perspectiva o de si el perro que hemos dibujado se parece más a un gato. O a un caballo diminuto. El caso es expresarse, divertirse y potenciar la creatividad mediante dibujos que explican historias. Esa es la base delconcurso Anual Boing de Animación.

Es cierto que para los niños y niñas de ahora los referentes son otros que los que tenían generaciones anteriores, pero la esencia es la misma: explicar historias. En los storyboards participantes en el concurso  se mezclan detectives estrambóticos, tiburones con espadas, robots psicodélicos, animales de todo pelaje y condición, contenedores de reciclaje y bichos televisivos. La capacidad creativa de los alumnos de 5º de Primaria, a quien se dirige esta convocatoria, es desbordante. Como su entusiasmo.

Y, al final, enterarte de que para algunos niños del proyecto ganador el día que les comunicaron la buena noticia fue el más feliz de su vida, no tiene precio. Por suerte, aún existen recompensas como esta.