Se les ha visto a primera hora agarrados a la barra del metro, a la salida de un after, tras presentar una campaña a cliente, incluso sentados en un escaño del Congreso. Los zombis están entre nosotros, quizás seamos uno de ellos, pero afortunadamente ese estado en el que ni sentimos ni padecemos acostumbra a ser pasajero. La mayoría volvemos a la normalidad. Algo que no pueden decir los protagonistas de nuestra… ¡tipología selecta de zombis!
Los lentos. Los de George A. Romero, los de The Walking Dead. Vaya, los que muchos calificarían de zombis de verdad. Se les caen las extremidades, ladean la cabeza, caminan arrastrando los pies y emiten ese ruido gutural que te matará de la angustia si no te alcanzan antes y te comen vivo.
Los rápidos. Los infectados de 28 días después corren que se las pelan. Ni Ben Johnson después de zamparse una tortilla de anabolizantes. Tampoco se quedan cortos los de Guerra mundial Z. Cuando no hay alimento al alcance, quien no corre vuela.
Los de verdad. Aquellos que son producto de ritos de vudú, pobres desgraciados a los que el hechicero les ha hecho la faena de obligarles a regresar de entre los muertos. Estos sí que dan grima, porque no son de broma.
Los chisposones. El novio de Alaska (no el de ahora, que eso es otro cantar) que hizo que la cantante, y los Dinarama, lograran el número 1 de las listas de éxitos en 1989. Para reír un rato no hay que olvidar los muertos vivientes de Tu madre se ha comido a mi perro (Braindead en el original) y Zombies party (em>Shaun of the Dead), dos prodigios de gore cachondo y de alocada traducción al castellano del título de la película.
Los listos. Cualquiera de nosotros, zombis diurnos o nocturnos, capaces de disfrutar de una Voll Damm bien fría. De participar en la promo de esta marca de cerveza que da la oportunidad de ganar premios Sony y entradas para ver Guerra mundial Z en el cine. Y de sentarse cómodamente a ver cómo Brad Pitt y compañía se dejan el alma por salvar el mundo. A pesar de ser muertos vivientes en los tiempos que corren, una buena cerveza y el mejor cine nos devuelve a la vida.
